A mediados de agosto, tras una sequía de lecturas interesantes, decidí enfrentarme a un tema que tenía pendiente desde hacía mucho: la rica producción de literatura oral popular de la isla. La literatura folklórica, término hoy algo abandonado en favor del más general de tradiciones orales que propugna la UNESCO, supone un valiosísimo patrimonio inmaterial que debe protegerse y que enraíza y da sustento a nuestras tradiciones y cultura.
Desde septiembre del año pasado las rondallas menorquinas y las leyendas de Menorca han conseguido su reconocimiento como Bienes de Interés Cultural Inmaterial de Menorca (BICIM) por parte del Consell Insular de Menorca, lo que debería servir para impulsar medidas orientadas a su protección, promoción y difusión. En el propio expediente que propició esta declaración se indicaba que estaban en peligro y que, las que aún se conservaban, se estaban perdiendo a un ritmo acelerado. Las tradiciones orales, como son las leyendas y las rondallas, se transmitían principalmente en el seno familiar, de padres y abuelos a hijos, conservando estas tradiciones que se pierden en la historia. Los cambios de modo de vida, las alternativas de ocio más inmediato y el declive de la oralidad en la transmisión de tradiciones frente a los mass media amenazan su continuidad y, de hecho, en su declaración se indica que se encuentran en «grave peligro por falta de transmisión generacional«.
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