Simplemente J.

Contenedores de basura

El que tiene más es el que está contento con menos.
Diógenes

A J. —por ponerle un nombre— ya nadie le llama J. Perdió ese derecho cuando dejó de ser una persona para convertirse en un personaje. J., al que todos conocen hoy por otro nombre, podría ser mi vecino o el suyo. Quizás incluso lo sea y usted no lo sepa aún.

J. nació demasiado tarde para ser una víctima propiciatoria de la epidemia que diezmó la juventud en los ochenta. Y demasiado pronto como para disculpar hoy su conducta por ser joven. Son muchos los factores que pueden explicar como aquel J. se convirtió en este J., pero, en realidad, son irrelevantes. No porque no sean importantes, sino porque solo son de J. y no nuestros, por más que nos guste cargar con culpas ajenas.

No. No hay aquí una hermosa historia de redención: la realidad siempre es más cruda y, probablemente, también más compleja y didáctica. Quienes le conocen, saben que J. no es mala persona, que no tiene un gramo de malicia, pero desgraciadamente me dicen que sigue consiguiendo gramos de otras muchas cosas que no le hacen bien.

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El reto de la construcción industrializada

Construcción industrializada: paneles bidimensionales

Últimamente se está hablando mucho —y creo que es bueno que sea así— de la construcción industrializada. Como en todo tema que se pone de moda, hay algo de información, alguna especulación y, sobre todo, mucha opinión. Se habla de construcción industrializada cuando, en realidad, sería más adecuado hablar de industrialización de la construcción. El PERTE impulsado por el Gobierno de España, con una inversión pública de 1.300 millones, ha ayudado sin duda a visibilizar esta propuesta, que tiene defensores entusiastas y detractores acérrimos.

Las soluciones que propone la industrialización son muy variadas en naturaleza, aplicación, costes y prestaciones, con distintos niveles de complejidad que condicionan también su uso y destino: desde viviendas modulares completas, en las que no hay que hacer mucho más que adecuar el solar y conectarlas a los distintos suministros, hasta soluciones a más pequeña escala, como los módulos tridimensionales y los paneles bidimensionales que permiten la edificación prácticamente como si se tratara de un juego de construcción, ensamblándose como piezas de Lego, pasando por soluciones a una escala incluso menor, que resuelven algunas cuestiones edificativas concretas.

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Un verano refrescante

Aire acondicionado

Ya es oficial: el verano ha llegado y lo ha hecho con toda su fuerza. Vamos saltando de ola de calor en ola de calor, como un interminable juego de la oca en el que lo extraordinario es tener un día con las máximas por debajo de treinta grados centígrados. A la sensación física de calor, a la que contribuyen, además de los grados, la humedad, hay que añadir estos días la sensación algo más espiritual de bochorno. El resultado de la combinación de ambos es un perpetuo sofoco que no nos da tregua y que, además, tampoco ayuda a disfrutar de esta época estival con el mejor de los humores posibles. La buena noticia es que el hecho de que el termómetro no se mueva de los treinta grados es una clara evidencia de que no hay cambio climático, un puro invento de los científicos para asustarnos y obligarnos a dejar los envases en el contenedor amarillo.

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¡Abran juego!

Ruleta

«Le destin n’est pas une question de hasard; c’est une question de choix.»
—Antoine de Saint-Exupéry

Me sorprende mucho que no hayamos oído hablar aún de una iniciativa tan interesante como necesaria para nuestras islas como una Ley de Casinos. Entiendo que es necesario un acuerdo a nivel autonómico y, junto con este consenso, una adecuada negociación con instancias superiores para conseguir la otra parte de la ecuación: una fiscalidad todavía más ventajosa y adecuada para que esta actividad levante el vuelo en el archipiélago.

¿No están hartos ya de galerías de arte? Cada vez que uno parpadea abre una nueva galería de arte exclusivísima y con artistas, consagrados o no, celebrados de forma entusiasta por su madre y por su agente, como mínimo. Entonemos como sociedad un «no más arte comercial» y abracemos propuestas que superen este camino tan trillado. ¿Qué interés tiene para nosotros darnos una vuelta por una galería de arte superexclusiva? ¿La cultura? ¿Comprar un imán de nevera que es lo único que nos podremos permitir de lo que en ellas ofrecen? Mi planteamiento de los megacasinos es mucho más tangible, más inmediato y, sin duda, mucho más rentable.

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De carreras y corredores

Corredor

Escribo este artículo en un avión, volando de regreso a Menorca, después de un ejercicio voluntario de sufrimiento: la maratón de Madrid. No diré sufrimiento gratuito, porque hay que pagar y no poco para tener el placer de correr 42.195 metros. Tras poco más de cuatro horas de esfuerzo, sol intenso, algún calambre, cuestas sin fin, siete botellines de agua, cinco geles energéticos y tres cápsulas de sales minerales, he conseguido llegar a meta, prometiéndome que no volvería a hacer nada así e igualmente convencido de que rompería mi promesa a la primera oportunidad.

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La futbolización del todo

Llevo un cierto tiempo queriendo hablar sobre este tema, aunque no me he decidido hasta ahora porque no sabía muy bien cómo plantearlo para no ofender a nadie. Tras una larga reflexión, he decidido que si alguien se ofende al leer este artículo será, básicamente, su problema y no el mío.

Cuando hablo de futbolizar no me refiero a que el fútbol se introduzca en todos los ámbitos de la vida en un imparable proceso de colonización cultural. Hace tiempo que esto es así, aunque no creo que, salvo por desplazamiento de otros temas más interesantes, esto sea realmente preocupante. Al final, el fútbol, como en otros países otros deportes, es entretenimiento, proporciona temas de conversación y actúa, además, como una cierta válvula de escape psicológica para muchas personas.

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De paraísos perdidos

Playa paradisíaca Menorca

“The mind is its own place, and in itself can make a heaven of hell, a hell of heaven”
― John Milton, Paradise Lost.

Los que hemos tenido la suerte de nacer o criarnos en Menorca pensamos que esta isla es un paraíso. Los que, además, por estudios, trabajo o cualquier otra circunstancia hemos tenido que vivir fuera de ella durante años, no solo lo pensamos, sino que lo confirmamos. Que sea un paraíso no quiere decir, como es obvio, que sea el Paraíso, pero sí que por sus dimensiones, por su clima, por su naturaleza, por su paisaje, por su ubicación, por su población, ofrece una calidad de vida muy alta, que, por supuesto, se paga por otra parte con otras muchas limitaciones que tienen que ver, precisamente, con el hecho de que es una pequeña isla: menores oportunidades profesionales, más dificultades para viajar, incluso cuando estamos obligados a ello, menor oferta en muchos ámbitos, etc. La escala de la isla y el hecho de que varios mares consecutivos nos separen del continente han marcado nuestra historia y nuestra cultura. Lo que no pensábamos es que también marcarían tanto nuestro presente y, por lo que puede verse hoy, también nuestro futuro de una forma tan dramática.

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De dudas y barro

Del barro del que quiero hablar es del barro metafórico. Incluso antes de la catástrofe se habían multiplicado las referencias en sentido figurado en el ámbito del debate público: la máquina del fango, el lodo, el barro… utilizadas para referirse a las actitudes de algunos personajes públicos, siempre dispuestos a lanzarse entre sí todas las inmundicias a su alcance con tal de ensuciar al contrario, obviando las más elementales comprobaciones sobre la  verosimilitud o realidad fáctica de los proyectiles que disparan. Sin entender ninguno de estos fallidos alfareros que la metáfora es mucho más acertada de lo que parece a simple vista: para lanzar barro contra alguien hay que cogerlo con las manos y eso, a quien ensucia en primer lugar, es a quien lo arroja. Si tiene suficiente puntería en el lanzamiento, manchará también a su contrario, pero el resultado previsible es un escenario en el que todos acaban salpicados, incluso los que simplemente estaban allí como público. Es, al fin y al cabo, la evolución de la vieja máxima de la comunicación política, aunque llevada al extremo: difama, que algo queda. En realidad, es lo mismo que hacen los calamares cuando se sienten amenazados: lanzar toda la tinta que cargan para que la pérdida de visibilidad les permita escapar.

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Los Príncipes de Serendip

Como nota introductoria, este texto es la puesta en práctica de mi derecho de réplica ante un agravio ignominioso que afecta a todos los menorquines en general, y a mí en particular. Sirva esta noticia como breve resumen para los lectores rezagados.


¿Conocen la palabra serendipia? Aunque suene extraña, consta desde hace unos años en el diccionario: es el hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual. Debe su curioso nombre al topónimo originario de la isla de Ceilán, y supongo que define perfectamente el momento eureka que vivió el felón Vilafranca al averiguar mi intención de salir de viaje y orquestar su maniobra. Desconozco los medios mediante los cuales llegó a tener esta información, aunque los imagino. En cualquier caso, ahora que han pasado un par de días de reflexión, expondré el orden cronológico de los acontecimientos para que cada cual llegue a sus propias conclusiones.

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Un principito apócrifo

mensaje en una botella

Encontré el pasado fin de semana, en una visita dominical a la playa, una botella flotando junto a la orilla, con un mensaje dentro. Esperando que fuese, como mínimo, el mapa de un tesoro o, en el peor de los casos, un náufrago pidiendo ayuda o una sirena mandando cartas de amor a algún marinero, me zambullí en las frías aguas para recuperarlo. Una vez abierta la botella, lo que encontré, sin embargo, parecía ser parte de un capítulo inédito, aunque sin firma, de “Le petit prince”, la obra más famosa de Antoine de Saint-Exupéry. Su avión cayó en el Mediterráneo, no muy lejos de nuestras islas, hace ya ochenta años, quizás abatido por los nazis, por lo que no sería descabellado pensar que este fragmento fuese auténtico, secuestrado por el mar hasta el día de hoy. Me ha parecido una lectura muy interesante, así que he decidido compartir esta traducción libre.

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