Playología básica (para no iniciados)

Cada verano, los que me conocen bien saben donde encontrarme: dedico la época estival a contemplar sosegadamente el mundo desde la latitud 39.9014, longitud 4.0678. Para los que no tengan un mapa o un móvil a mano, confirmarles que es mi rincón favorito de la playa de Son Bou, de la que soy usuario entusiasta desde mi infancia. Escondido tras mi propia desnudez, analizo a mis congéneres humanos ir y venir. Tras un largo trabajo de campo, he llegado a una conclusión aplastante: la forma en la que vamos a la playa tiene mucho que ver con quienes somos.

A veces es el equipamiento el que da pistas; en otros, la compañía; en los más, la actitud. Pero lo cierto es que dime cómo vas a la playa y te diré cómo eres.

Siempre oculto tras mi libro, aparentemente absorbido por la lectura, no hago sino encajar las piezas del puzle gigantesco que es la vida a través de sus signos playeros externos.

Aún a riesgo de que se me tache de voyeur, quiero compartir contigo, querido lector, mis principales hallazgos al respecto en esta nueva ciencia que, desde la humildad, he bautizado como Playología, hija ilegítima de la Antropología, la Ecología y la Psicología social.

Todo lo que debe hacerse es recoger una serie de datos aparentes, sencillos de obtener de un simple vistazo: ¿el sujeto va a la playa solo o acompañado? Caso de ir acompañado, ¿cuántas personas le acompañan? ¿De qué edades?

El outfit es otro elemento esencial: ¿llega directamente con el bañador y una camiseta? ¿Lleva un vestido o ropaje estival que requerirá de un cambio antes de dirigirse al agua? ¿Qué hay de los pareos? ¿Llega con el uniforme del trabajo? ¿Lleva ropa de diseño? ¿Tanga? ¿Ni eso?

Conviene prestar atención al equipamiento, que es otra variable importante: ¿llega sin nada más que una toalla al hombro? ¿Aparece con una mochila gigante, arrastrando bolsas, sombrillas y otros bultos de funcionalidad ignota?

Otra cuestión ambiental muy relevante es el horario de visita a la playa: ¿mañana? ¿mediodía? ¿tarde? ¿Una combinación de las anteriores? ¿Noche incluida? La hora no solo marca lo concurrida que está la playa y la climatología, sino también el uso que se le pretende dar por parte del visitante y su grupo.

No podría acabar este listado de elementos de valor sin incluir el más importante: la conducta. O, si me insisten, la actitud con la que se va a la playa. Esta variable es menos cuantitativa y, por lo tanto, más interpretable. Hay muchas formas de ir y vivir la playa, pero lo curioso del caso es que periódicamente se inventan nuevas modalidades, por lo que es necesario estar siempre pendiente de estos desarrollos para que nuestro conocimiento playológico no quede definitivamente obsoleto.

Me parecería algo pretencioso tratar de exponer en el corto espacio de este artículo todo mi saber playológico, acumulado durante décadas, fruto de un estudio profundo de la más variada fauna humana. Pero tampoco quisiera poner en la mente del lector la promesa de una nueva ciencia sin demostrar su vigencia y utilidad, por lo que procederé a exponer de forma asistemática algunos de los roles más comunes o más curiosos que he podido identificar a lo largo de los años:

Inquisidores: sexo indistinto, mediana edad. Suelen ir en solitario, aunque en ocasiones pueden aparecer acompañados de otros inquisidores, habitualmente en pareja, en raras ocasiones en tríos. Horario principalmente diurno. Nivel de equipamiento medio: toalla de rizo estampada, sombrilla y/o sombrero, bañador de estilo clásico, en general algo pasado de moda, periódico o revista del corazón opcional. Su hábitat se concentra en la franja de arena más próxima a la orilla. Lo que distingue con más claridad al inquisidor playero es sin duda su actitud: mira en todas direcciones, fijando la mirada en todo aquello que no aprueba su canon playero y poniendo a continuación mala cara. En caso de ir acompañado, llamará la atención de su compañero para comentarlo y que también desapruebe la conducta antirreglamentaria. Gesticulación opcional, aunque en raras ocasiones tome medidas salvo, quizás, hablar con el socorrista si pasa por allí. El ámbito de lo que desaprueban es muy amplio, pero incluye sin duda situaciones como los bañadores escasos o ausentes, los altavoces y ruidos playeros, los niños en general, las pelotas, freesbees y palas en particular, los velomares, todas las variantes del surf, la posidonia, las tumbonas e incluso los socorristas y la arena misma.

Gregarios (informalmente, también grupómanos): humanos en la segunda mitad de la adolescencia y primera juventud, con grupos muy numerosos y en general homogéneos -sólo machos o sólo hembras- o bien combinados pero siempre en una proporción cercana al 50%. Acostumbran a aparecer en la playa durante la tarde, aunque no es raro verles llegar al atardecer o incluso cuando ya cae la noche. En cuanto a atuendo, ellas acostumbran a vestir bikini y ellos bermudas, en general a la moda. El equipamiento es diverso aunque acostumbra a ser abundante, con especial hincapié en elementos para la práctica deportiva o musical. Enemigo natural del inquisidor, el gregario es sin embargo poco consciente de la presencia de sus depredadores, por lo que no es extraño que se sitúe justo al lado de ellos antes de empezar su partido de fútbol playero, jugar a las palas o improvisar un concierto. La característica más típica de los grupos de gregarios es el nivel sonoro que pueden alcanzar sus colonias, especialmente el subtipo que viene equipado con altavoz bluetooth cuando desarrolla el ritual que he bautizado como botellón crepuscular.

Osolemíos (de la canción italiana tradicional «O sole mio«, consultar también la voz influencers en el apartado correspondiente a conducta en hábitats playeros): comparten con los gregarios una franja de edad parecida, aunque es cierto que hay osolemíos más allá de los 30 y de los 40. Acostumbran a ir en pareja, trío o grupos algo más grandes, pero sin la exuberancia cuantitativa de los gregarios. Es más habitual avistar grupos de hembras, aunque en ocasiones hay parejas mixtas con un macho sirviente y una hembra dominante. El horario es mucho más previsible en este caso: atardecer, puesta de sol y crepúsculo. La ropa suele estar muy cuidada para la ocasión, casi siempre con un punto más diseñoso, escotado y/o ajustado, y acostumbran, además, a llevar varias mudas que van intercambiando durante el proceso. No he cotejado aún con otros autores el porqué de su conducta, pero hay un patrón que se repite: uno de los osolemíos, normalmente la hembra dominante, se acuclilla, sienta o arrodilla en la orilla del mar, siempre en poses estudiadas, de espaldas o perfil respecto al sol poniente -de ahí su nombre-, mientras el resto de miembros la inmortalizan con su móvil. Pasado el fusilamiento fotográfico, la interesada revisa las imágenes y manifiesta su parecer. De ser favorable, cambia de ropajes o se turna con algún otro miembro. De ser desfavorable, suele haber un breve intercambio dialéctico y se repite el ritual. Desconozco el porqué de esta conducta tan definida, pero lo cierto es que es el grupo que más prolifera, hasta el punto de imposibilitar a según que horas caminar por la orilla de la playa sin pisar literal o figuradamente algún osolemío furioso. La literatura científica describe también algunos casos de enfrentamiento entre osolemíos e inquisidores, especialmente cuando estos se interponen entre los primeros y la puesta de sol.

Vitalipalizagoréxicos: especie en claro retroceso, afectada negativamente por el cambio climático, que amenaza sus costumbres. Ante el incremento sostenido de las temperaturas, ha variado su horario, concentrándose sus avistamientos playeros a primera hora de la mañana o última hora de la tarde. La variedad de atuendos no es el elemento más definitorio de los vitalipalizagoréxicos, aunque dominen los colores fluorescentes, sino su brillo: les caracteriza estar permanentemente cubiertos de sudor, aunque en ocasiones vayan tan rebozados de arena que no resulte fácil su identificación a primera vista. Son solitarios o se mueven en grupos pequeños, aunque en ocasiones puedan aparecer bandadas completas. Su equipamiento suele ser ligero y, en cuanto a conducta, se caracterizan por no estar quietos y hacer todo tipo de rutinas deportivas: corren, hacen flexiones, vuelven a correr, hacen abdominales, estiran e incluso alguno llega a la playa con equipamiento pesado. Las hembras optan por la licra y los machos también, aunque en este caso suelen ser los que llevan menos ropa. Gafas de sol en todo momento y actividad continua. Los osolemíos desconfían de los vitalipalizagoréxicos por su potencial para reventar encuadres y fotografías, precisamente por desplazarse en todo momento a buenas velocidades. Entre ellos se comunican con sonidos guturales que otros grupos no consiguen descifrar, como «dameunarepeticiónmás» o «noconsigobajarde4.30«. A veces se unen en coros espontáneos y elaboran cantos a su diosa tutelar, a la que llaman Creatina. No deben confundirse con otro grupo zoológico con el que comparten algunos puntos en común, pero del que no se habla en este artículo los C.P.A.P. (Chulo-Piscinas Adaptados a la Playa), que en general demuestran un perfil más sedentario.

Estoicos (también conocidos como estáticos o entrópicos): especie esencialmente individual e individualista, aunque a veces puedan producirse clusters espontáneos de los mismos, especialmente en las zonas más tranquilas de las playas. Tienen una amplia variedad horaria, pero procuran aparecer en las playas en las horas de menor afluencia. El atuendo no es uno de sus rasgos distintivos, pero acostumbran a llevar un equipamiento ligero en comparación a otros grupos. Su conducta consiste, precisamente, en soportar al resto de grupos sin inmutarse, aparentemente. Sin embargo, son fuertemente territoriales y se les distingue por situar su toalla en los puntos de máximo alejamiento del resto de individuos. Su nivel de interacción con el resto de la fauna terrestre es mínimo. Algunas variedades dormitan, mientras que otras leen, escuchan música (con auriculares) o usan el móvil, o se dedican a una combinación variada de las actividades anteriores. En ocasiones nadan incluso, pero es opcional. Hay versiones que toleran mejor el Sol y otras que se refugian bajo una sombrilla, pero lo importante es el nivel reducido de actividad. El principio de conservación de la energía es su regla de conducta. El resto de grupos los contemplan entre perplejos y asustados, dado que parecen gozar de la playa de una forma totalmente pasiva. Son, en definitiva, los introvertidos playeros, que viven y dejan vivir, actuando como fronteras separadoras del resto de grupos, por lo que, en gran medida, son los artífices de la paz playera. Es necesaria una proporción constante de estos individuos para garantizar una buena convivencia sobre la arena, lo que es a día de hoy difícil, debido a que se trata de una especie amenazada, cuando no directamente en peligro de extinción. Si por casualidad identificara inequívocamente alguno en la playa, contacte con el SEPRONA a la mayor brevedad para proporcionarles su ubicación, ya que están elaborando un censo detallado, pero, sobre todo, no trate de interactuar con ellos, ya que podrían sentirse amenazados y migrar.

Resta decir que la anterior clasificación es meramente anecdótica y no pretende en absoluto cubrir la amplísima variedad que ofrecen las playas de esta isla, toda una Reserva de la Biosfera, título merecidísimo en base a la gran biodiversidad que presentan sus ecosistemas, dunas, arenas y orillas incluídas. Espero que el nuevo IME que nos han prometido cree pronto una cátedra de Playología para ubicar de nuevo Menorca a la vanguardia de la ciencia a nivel mundial.

Otros muchos grupos, especies y especímenes quedan en el tintero, y hay otros detalles de esta ciencia que merecen ser comentados, pero tendrá que ser ya en un artículo futuro. Por el momento, todo lo que te pido es que, cuando vayas a la playa, observes con atención lo que allí sucede. A todo esto, ¿formas parte de alguna de las especies descritas? ¿Te sientes identificado? En cualquier caso, recuerda que es importante no delatarse ante otros grupos, ya que el incógnito siempre debe proteger al investigador: si llevas contigo una silla «Coca Rossa» el resto de especímenes asumirá, sin dificultad, cual es tu ciudad de origen.

Publicado en la revista Ciutadella de Franc del mes de julio de 2023.